Del
centro mismo de la Plaza de Armas
se
alzó en majestad
entre
palomas peleándose
por
unos granos de maíz
en
un vuelo entreverado
con
las notas marciales
del
orfeón de carabineros
que
tocaba bajo la pérgola horrorosa
rodeada
de los otros horrores
con
que el alcalde del momento
en
su ruta frustrada
a la
Presidencia de la República
remodeló
hace años el entorno
pasó
cerca del mapuche hecho pedazos
al
cual se pretendió rendir homenaje
con
un monumento intrascendente
lo
saludaron entristecidos
tantos
árboles muertos
sobre
cuyas ramas al caer la tarde
cantaron
antaño
en
una epifanía gloriosa
el
tiuque, la loica y el jilguero,
penetró
en la catedral
embistiendo
contra
los
acordes solemnes
de
una misa de Bach
dirigida
por aquel director
de cabellos
plateados
que
triunfó en el extranjero
encabritó
a su caballo
frente
al altar mayor y
salió
a galope tendido
para
quedar inmóvil
entre
multitudes bullentes de
peruanos,
ecuatorianos, provincianos,
como
parte de la historia mentirosa
plagada
de catástrofes y terremotos verdaderos
que
se cuenta sobre estos lares
no se abrió ninguna ventana
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