Como ya expliqué al dar las recetas,el domingo hubo en mi casa una reunión familiar, está en Chile Andy, nuestro hermano menor, que vive en Florida, EE.UU. No lo veíamos en años, así es que invité a Andrea, Tania, mis hijas, a Johans y Joshwa, hijos de Mauricio, vino la Paula, hija de la Andrea, Finn, Finn hijo y el Andy. Fue una reunión muy linda. Para una ocasión tan especial, les dí comida noruega -farikal y postre noruego-, para que conocieran aunque fuese una parte de las tradiciones familiares seguidas por la familia y que sólo recordábamos Finn y yo.
En un pueblo donde los escandinavos fueron escasos, eramos varios hermanos, vivíamos en una inmensa y cómoda casa en Punta Arenas,junto a mi padre, llegado de Noruega como a los 6 años, y mi madre, hija de noruego y danesa, nacida en Punta Arenas en una familia de 9 hermanos. Mi padre fue vicecónsul de Noruega, como lo había sido su padre antes de él. A esta casa llegaban tíos y tías, primos y primas, algunos del Norte como se llamaba cualquier lugar situado al norte del tan al sur Punta Arenas, otros de Tierra del Fuego, también de Buenos Aires, alguien de Chiloé, y todos se quedaban por largas temportadas. Alguna vez, incluso llegó la abuela, la única que quedaba, madre de mi madre, que en su época tuvo una historia especial. El jardín de adelante era grande, lleno de flores en primavera, y en el patio atrás de la casa, aún más grande, andábamos en bicicleta, teníamos un bote verdadero para columpiarnos, y un enorme balancín donde cabían más de 4 niños por lado, con el jardinero mi mamá cultivaba una huerta y tenía un invernadero. Nosotros jugábamos con una intensidad increíble y habían muchas reuniones con la familia y amigos. Mi hermano Finn y yo íbamos a una escuela pública que dirigía Miss Sharp, donde además de aprender castellano y matemáticas, aprendíamos inglés (poco) y nos hacían además clases de caligrafía, usando plumas metálicas insertas en un mango que se untaban en el tintero que había en cada banco y el consiguiente papel secante. A las niñas nos enseñaban a bordar (mi mamá me terminaba siempre los bordados cuando había que llevarlos listos para un día determinado y yo no había avanzado casi nada). En matemáticas eventualmente aprendimos a sumar, restar, multiplicar y dividir libras, chelines y peniques, por demás muy complicado, no sé cómo los ingleses, tan prácticos, pudieron vivir tanto tiempo con un sistema tan engorroso. No salíamos casi nunca a jugar al patio, todos estos niños y niñas sentados en la única sala en filas según el año que cursaran, comenzando con el primero a la izquierda y el cuarto, al que yo nunca llegaría, a la derecha, ahí estaban los grandes, obviamente. Uno aprendía a leer memorizando primero las letras en una cartilla en la que figuraba el alfabeto en filas de 5 en 5, letra que uno aprendía, letra que podía pintar. Se comenzaba escribiendo palotes que tenían que ser sumamente ordenados en el cuaderno, no te aceptaban seguir a la próxima serie a menos que hubieses completado de modo perfecto la serie en que ibas. Recuerdo que un día estando en mi cama en la casa, descubrí que podía leer en el Silabario Matte. Salí corriendo a contárselo a mi mamá. Aunque no sé por qué tengo la idea que había aprendido a leer antes de ir al colegio y que lo que no me sabía era el nombre de las letras. Del colegio llevábamos tarea a la casa y yo escribía con la mano izquierda, mi mamá me tomaba suavemente la mano derecha y ponía el lapiz allí para que escribiera. Terminé escribiendo con la derecha, pero nunca presionada. Para lo demás siempre utilicé la izquierda, pero como a los 10 años descubrí en el Reader's Digest que Leonardo da Vinci era ambidextro, averigüé lo que significaba eso y decidí serlo. No tengo una memoria clara de cómo transcurrían los días en la escuela, sí recuerdo cuando nevaba y nos sentábamos sobre los bolsones, que eran de cuero y se llevaban colgados a la espalda, para deslizarnos por la nieve hasta el pié de la calle empinada. Un día muy temprano mi papá nos despertó a mí y a Finn. Sabíamos porque lo habíamos conocido, nos habían llevado a la clínica a verlo, que teníamos recién un nuevo hermanito, el quinto de la familia. La mamá está muerta, nos dijo, murió esta madrugada, nos pusimos a llorar Finn y yo y al poco, también mi padre. Y él murió a su vez al año siguiente. De ahí en adelante fuímos siempre afuerinos. En nosotros los 5 hermanos, ha habido siempre un trasfondo de pérdida, de pena enorme, de paraíso perdido imposible de recuperar. Mi padre muy luego nos repartió a todos con tíos distintos. Finn fue el único que siempre estuvo.Por ello mi poesía que luego publicaré en este blog.
2 comentarios:
Hola linda,
Me llegaron al alma tus recuerdos; me salieron lágrimas.
Te quiero tanto, Mamá!
Tania xxx
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