Alguna vez escribiré en mi blog sobre lo que pienso del mundo que me rodea, aunque no creo que sea muy constante. Como tampoco es constante el mundo, ya se sabe. Presento algunas poesías y pinturas: temple, acuarelas, monoprints. Y las experiencias personales, irremplazables, de la buena cocina! Se pueden encontrar bajo ETIQUETAS a la derecha.
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jueves, 19 de enero de 2017
Harina polvos de hornear - substituto
Es fácil hacer "harina con polvos de hornear" cuando sólo se tiene a mano harina corriente. Se agregan dos cuch. té de polvos de hornear por cada taza/150 g/6 oz. de harina corriente, que se cierne para que los polvos de hornear se distribuyan bien. Si en la receta se usa cocoa, yogurt o "buttermilk", agregar 1/4 cuch. té de bicarbonato además de los polvos de hornear. En las recetas norteamericanas la harina con polvos de hornear lleva además, para esta cantidad, 1/2 cuch. té de sal.
(Traducido del sitio web de Nigella Lawson)
sábado, 14 de enero de 2017
HOJA DE RUTA
Este poema lo escribí hace un tiempo. Lo incluiré en una publicación futura
HOJA DE RUTA
En una ceremonia solemne de rituales eternos a la que asistieron absolutamente todos, Jesucristo, el Buda, y todos los dioses y también Mahoma y la tía Mercedes, y por supuesto el Tumi con su ancestro inglés, y la pulga que todas las noches me picó incansable cuando era pequeña, y el aguilucho que al mediodía gira en enormes piruetas frente a mi ventana, y el viento que a los doce años me empujó calle abajo sobre mis patines, y la roca erguida en mitad de la playa, el sol y la luna y todas las estrellas, por nombrar sólo a algunos, en esa ceremonia, repito, tengo la certeza que nos asignaron a cada uno y a todos, nuestra única, exclusiva e intransferible hoja de ruta. A la arena en el río, al árbol gigante, al pez que se lanza afluente arriba a buscar sus orígenes, al agua del lago y al océano enorme, al asesino y al niño indefenso y al microbio que se desliza por su intestino grueso.
HOJA DE RUTA
En una ceremonia solemne de rituales eternos a la que asistieron absolutamente todos, Jesucristo, el Buda, y todos los dioses y también Mahoma y la tía Mercedes, y por supuesto el Tumi con su ancestro inglés, y la pulga que todas las noches me picó incansable cuando era pequeña, y el aguilucho que al mediodía gira en enormes piruetas frente a mi ventana, y el viento que a los doce años me empujó calle abajo sobre mis patines, y la roca erguida en mitad de la playa, el sol y la luna y todas las estrellas, por nombrar sólo a algunos, en esa ceremonia, repito, tengo la certeza que nos asignaron a cada uno y a todos, nuestra única, exclusiva e intransferible hoja de ruta. A la arena en el río, al árbol gigante, al pez que se lanza afluente arriba a buscar sus orígenes, al agua del lago y al océano enorme, al asesino y al niño indefenso y al microbio que se desliza por su intestino grueso.
Mi única misión en la vida, igual que
para todos, sería ocuparme de ir llenando
de a poco
algunos espacios en blanco
con ciertos detalles.
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