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sábado, 31 de enero de 2015

PÁLIDOS SOLES

A propósito de la visita de mi hija Danitza, la Dany, a Punta Arenas, y su espíritu explorador de las raíces de mi familia en esa ciudad, donde a fines del siglo XIX  llegaron de Noruega mis bisabuelos Arentsen con ocho hijos adultos, (uno, mi abuelo, casado en Buenos Aires con una danesa), y, a comienzos del XX,  mi abuelo Samsing, también de Noruega, solo con sus dos hijos pequeños, escribí el siguiente poema:

PÁLIDOS SOLES

Desde hace años peregrinan a la gran casa de la infancia desaparecida
donde un hermano subido al techo con un paraguas está listo para lanzarse en paracaídas
mapas de la guerra que muestran con banderitas el avance de los aliados
se levanta blanco cerca del mástil un mono de nieve con su cachimba en cada invierno
gritos de niños deslizándose raudos en calcetines sobre el linóleo hasta el final de la galería
y columpiándose de a ocho sobre un bote de verdad instalado al fondo del jardín
la madre sigue esperando al inicio de las escaleras la llegada de los hijos de la escuela
nunca hubo viento nunca hubo frío

Poco a poco, a veces en torrentes,
se han ido todos retirando
aparecen cosas nuevas que reemplazan a otras viejas,
desaparecen cosas viejas nada viene a reemplazarlas

Visitan las tumbas de ese hermoso cementerio
donde yacen hace tanto los antepasados
ateridos en invierno bajo grandes capas de nieve
aprovechando de vez en cuando los pálidos soles del verano
quizás recordando fiordos y la exploración de grandes glaciares
murió una después el otro luego la diáspora

las palomas murmuran entre las lápidas

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