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miércoles, 30 de julio de 2014

QUICHE DE CHOCLO CONGELADO



PERIPECIAS EN UN DÍA CUALQUIERA

Mañana me toca llevar el plato de fondo a nuestra reunión de literatura en casa de Carmen Gloria. Hce mucho tiempo que no nos reunimos, debido a viajes, enfermedades, etc.  Pensé comprar los ingredientes para hacer una Quiche Lorraine, pero no quisimos salir con tanto frío, por temor de que me vuelva la gripe, que me duró más de 3 semanas.  Además se agregó que Andrea quería que le hiciera unos trámites por internet y se fue pasando la hora.  Aparte, ayer se nos echó a perder un quemador de la cocina a gas y tuvimos que cortar el gas para que no siguiera saliendo.  Por lo tanto, nos quedamos sin cocina, aunque esto es un decir, porque tenemos horno eléctrico, microondas, hervidor, etc. así es que con muy poco ingenio se puede cocinar de todas maneras. En el congelador tenía - todo congelado - masa de hoja , una bolsa de choclos  y albahaca por lo que decidí hacer la quiche a continuación.  Esta vez freí la cebolla en el microondas (se coloca en un recipiente adecuado, con aceite, sal y pimienta, 6 minutos tapada y luego 6 minutos destapada revolviendo de vez en cuando. Quedó perfecta).  El choclo lo cocí en su bolsa también en el microondas.  Ya se que no es muy adecuado el uso del microondas, pero mi política es usar una variedad de fuentes de calor. En el caso de los productos alimenticios, mi idea es que hay que usar productos provenientes de diversas fuentes, para que a uno no le llegue, por ejemplo, una concentración de los abonos y pesticidas de un solo sector. Porque de ellos uno no se libra, ni siquiera al parecer con los así llamados productos orgánicos.

Quiche de choclo congelado    Horno  a  200°

Masa Pie
5 oz margarina o mantequilla
8 oz harina
1 huevo o 2 yemas

Relleno
1 bolsa choclo congelado 500 g. cocido
1 cebolla chica cortada en cuadritos y frita
Albahaca, sal y pimienta
200 cc. crema
½ - ¾ taza leche (tiene que quedar bastante espesa la mezcla)
3 huevos
½ taza queso rallado ( podría ponerse trozos queso mantecoso entre la mezcla)
  
Se forra un molde de unos 24 cms con la masa, que se pincha.

Todos los ingredientes del relleno – menos  el  queso  rallado  - se licuan en la licuadora y la mezcla se vierte en el molde. Se esparce el queso rallado sobre la mezcla y se coloca al horno por unos 35 – 40 minutos, hasta que esté dorado.

lunes, 7 de julio de 2014

NUEVO EXTREMO

La siguiente poesía está basada en mis recuerdos cuando recién llegué a Santiago desde Viña. Todo extraño. Todo ajeno.  Viviendo en una pensión situada en una calle que da a Vicuña Mackenna. Casas que habían visto mejores tiempos.  Aunque todavía algunas con sus dueños antiguos.  Ví, porque causó conmoción en el vecindario, como detenían al padre de tres muchachas preciosas, muy elegantes que siempre salían espléndidas con su madre, también muy buenamoza, de la casa del frente.  Años más tarde una de las muchachas resultó ser la esposa de un médico que trabajaba, igual que mi marido, en el Hospital San Juan de Dios.  Seguía tan espléndida y llamativa como la había divisado yo años antes.  Tan sola.

NUEVO EXTREMO
Camino solitaria por calles extrañas.
Ráfagas amarillas barren las avenidas.
Van pasando más personas a mi lado
de las que hubiera podido ver.
Antes.
En mi vida entera.

Almacenes pequeños en todas las esquinas.
Talleres de bicicletas.   Fruterías.   Carnicerías.   Peluquerías.
Se reparan radios.    Planchas.   Enchufes.
No se bota nada.        Todo se compone.
Detrás de las puertas alguien sube los puntos corridos de las medias.
“Diarios”     “Revistas”      “Compro”.     Los cuchillos y las tijeras se afilan.
Pasa el organillero.
”Hoy no se fía, mañana tampoco”. Los vecinos  eso sí tienen libretas
en que la compra se anota.   Y se paga a finales de mes.

Impidiendo el paso.
Al frente las montañas enteramente nevadas, nítidas
comentan con su indiferencia de peñascos
que nunca más volveré a encontrar
el mar
acariciando las arenas al final de una calle.
 
Las grandes tiendas del centro.   Las otras no tan grandes.
La Bandera Azul.         El Mercado Americano.
También en el centro.   Correos de Chile.  Los cines.    Las oficinas.
Las salas de conciertos.     Las farmacias.  
Las cajas en que se paga.   La luz.  El agua.   El gas.   Pocos tienen teléfono.

Fácilmente
se encuentra estacionamiento en las calles.
Por las veredas pasan Presidentes.   Ministros.   Actores.   Poetas.
Personas que conocemos por los diarios.    Por las revistas.
En la Plaza de Armas el coro de pájaros
se oye ensordecedor cualquier atardecer
entre los grandes árboles.

El sol brilla naranjo en mis ojos.
Esconde.
Las aceras desiguales
por las que voy tropezando.
Paso a paso.

Entre todas esas casas que se suceden.
No hay una.           

Que sea la mía.